viernes, 20 de abril de 2018

ANTOLOGÍA POÉTICA




Navidad del almendro

Cuando la nieve caiga del trapecio,
nacerá el almendro.
Porque el rocío golpeará a su dueño,
nacerá el almendro. 
Porque tú rectificas la ceniza del cielo,
nacerá el almendro.
Si el tesoro está abierto
en las frías ciudades de tu cuerpo,
oh mi Rey, nacerá el almendro.
Aunque no asista el invitado al sueño,
ni se duda, se vive del dulce valimiento
de que siempre nacerá el almendro.
La madre pone al niño por ejemplo
de aforismo severo
que nacerá la copa del almendro.
La espuma no se come su alimento,
ni el rubí, ni la flor de los deshielos,
y lo amparan el llanto navideño
y el Ángel del Tambor de Donatello.
Tú conmigo lo juras a la luz de un recuerdo:
que nacerá de carne de aureola de sediento,
de blanco cementerio,
que nacerá en perfume de cariñoso duelo,
que nacerá el almendro.



OTRO

Nunca estoy conmigo. Otro.

El otro, por dentro, afuera,
entre, despertando olvido.

Voy y vengo, descompuesto,
juguete de imán profundo, niño.

Otro. Nunca estamos juntos.



MÁS PENURIA

  La tarde callada y verdadera.

  La casa del pobre (jardinillo, carbón, algo rojo en su
niebla) y la mujer ósea y ronca que nos recibe. Llueve.

  ¿De qué hablamos? Revisa tus olvidos, tus papeles. Ah!
la grande conversación inesperada en esa herrería, en esa
deslumbrante sala, en ese mundo.

   Descubrimiento de otras leyes, recepción de otros
Nombres.

   Una sagacidad botánica se extiende por el aire; los
caballos, las vacas, la iglesia: -nítidos!

Hemos tocado un manto.



SONATA

  Si por algún tiempo nuestra atención oscurece, de pron-
to, la suave oleada del Adagio estalla en la ardiente costa,
fragmentaria y nocturna, del Allegro. La coherencia inte-
rior se rompe, aparecer un sorprendente mito. Así también
algunas reuniones se me inundan de color violeta o majes-
tad carbonífera en un instante impasible - y me parece que
descubro entonces el texto perdido y mutilado de una
música fabulosa.



LA BATALLA


La batalla honda y angustiosa
entre lo izquierdo y lo derecho
¿no acabará nunca?
¿Me estaré siempre dividido
entre los infiernos suaves y los atroces paraísos
y las acciones rápidas como rayos
o lentísimas como descomunales nuves
que se disputan el tesoro?
A cada instante hay un espía izquierdo,
un avance enmascarado del ejército derecho,
a cada instante oigo que me roban
una cantidad indefinible de sustancia,
una noche única, un heroísmo, un crimen
o jirones de esa niebla que me separa del tesoro.
¿En cuál puño, en cuál de los dos mundos prenatales
estará la piedrecilla oscura,
dulcísima, cerrada, como un premio inútil?
Y si yo la tengo y sé que está en mi puño izquierdo
¿qué otra piedrecilla más ardiente siento
que me roza y me desgarra la derecha?
¿En dónde la piedrecilla como un astro inalcanzable?
San Pedro me la dio, San Pedro me la quitó,
la imposible posesión huye volando entre los juegos
como la luz, como el brillo encendido de los ojos.
Y la búsqueda del tesoro,
porque no tiene que haber uno en el inmenso parque
suma de lo posible y lo imposible, del azar y del destino,
¿no acabará nunca?
¿Siempre ha de haber un vacío izquierdo y un vacío
      derecho,
cada uno con sus pesos inauditos, con sus ráfagas,
      colores y discursos?
¿Siempre ha de haber una batalla del oído y la mirada,
      del umbral y del centro de la casa,
una apuesta de lo seco y de lo húmedo
que es preciso resolver para ganar la vida?



EL ESCORIAL

La cotidianidad del mundo
alumbra su pasión desconocida
cuando entramos a la sombra de esa mole,
tan pesada en los huesos que es preciso
toda la soledad de la materia
para existir sin las palabras en su luz,
abstracta como el ser
y dorada como el valle de los chopos.
Parece sin embargo que no entramos
sino a las apariencias de un edificio extinto,
o será que no podemos concebir,
como un deseo simultáneamente
representando y vivo,
la noche de la voluntad absorta
en el sol de la geometría
y de la pesadumbre que se congela en bruto.
De espaldas a nosotros y al estío
abriendo su castillo en la mudanza,
nos oímos andar por esas naves
como un recuerdo finamente calculado.
El yo que te impulsaba te rodea
incapaz de acercarse hasta el aliento
conjetural y dulce del fantasma,
y a la vez se incorpora ineluctable
la claridad del cuerpo
haciendo su trabajo entre volúmenes
ascéticos, gloriosos, necesarios.
Andar adquiere calidad del templo.
Seguimos fieles el dibujo
de la plegaria que se mueve inmóvil.
Porque moverse aquí no es ir de un sitio
a otro que lo niega o lo redime.
Nuestros pasos extraen de la vida
y de los muros que nos llevan despojados
una sustancia como el mar,
o como el fuego en sus fijadas estructuras,
cuando abre la llama como el verbo
la significación del nombre que dormía.
El acto evoca su alborada
y estrechamente unido con su propio sacrificio
se adelanta a ceñir la paz unánime
del patio de los reyes al olvido,
del monástico arco a las ventanas
cerrando la blancura del minuto.

Ese minuto dura en el espacio,
y así como el sentido
pasa de una palabra a otra en el discurso,
cada golpe del corazón del aire
feroz de lucidez, levanta esbelta
la durísima flor enajenada.
Pero no es la memoria el incesante mago
mostrándonos ahora la blancura
trágicamente inmóvil en el viento,
contra el verdor profundo
en que la sequedad se hace violeta,
sino el adiós continuo
de la imaginación quemándonos
en una sola hoguera fija,
como un solo Escorial de las imágenes
contra la escoria inmensa del futuro.

Desde los roquedales
Felipe contemplaba el crecimiento inverosímil,
como un ajeno desvarío
de la forma en espejos detenida.
Nos asomamos siempre a los balcones
de nuestra soledad como los niños
para ver el abismo de los ojos,
la santa perspectiva, los colores
recogidos en vaso misterioso.
Sombrío preguntaba, y ese gesto
de su interrogación está en las peñas
bajo el cenit atroz como la nada,
cuál es la libertad del hombre.
Porque elegir nos deja más sedientos,
y no nos basta poseer la forma
de un reino, de una tumba, de un destino
que están golpeando siempre en otra puerta,
y detrás escuchamos el oceáno
de nuestra libertad salvaje y pura.

Porque nunca nos basta la elección,
ni la mirada, ni la fe,
y nuestra libertad es ofrecernos,
mas cómo atravesar el laberinto
de espejos en la pesadilla
fanática del yo que es uno y nadie.
La belleza del viento sustentando
adentro de su soplo una avidez
cerrada como un árbol, de la luz
que da a la descarnada cantería
real e imaginaria
la casta decisión de su figura,
participa del júbilo del hombre
que entregado se inclina.
Más como merecer ese milagro en la connciencia
señora hasta el infierno de sí misma.

Por eso el Escorial es tuyo,
y es mío, y es de todos, y es de nadie,
porque todos lo estamos manteniendo
en una sola noche blanca,
monumento del no, palacio
nupcial del imposible.
Y haberlo visto ahora nos parece
una experiencia que no acaba,
como si algo en este mundo fuera todo
lo que tenemos que traspasar dormido
para salir a la graciosa cetrería
de nuestra posesión, a la intemperie
de los astros y del alma.

(Conjeturas, 1951)



HAY UNA GOTA EN EL MAR

Hay una gota en el mar
que es la que está sustentando
su masa verde y amarga,
la opulencia de su llanto.

En el fuego hay una chispa
que es la que está alimentando
como la envidia de un oro
en otra parte llameando.

Hay un soplo entre los aires,
en la levadura un grano,
tiembla en el todo una nada
que es lo que estoy deseando.



QUEMA, HIENDE, ROMPE


Quema, hiende, rompe, la
ciudad humana,
y dibuja en lo invisible
formas extrañas.

Aquí levanta una giba
hecha de alma
sumerge allí una caverna
en la mirada.

La comisura mastica
su yerba amarga;
la mano ayer dulce copo,
hoy fea garra.

Un hombro como un abismo
callado baja,
y hasta la ropa inocente
va condenada.

Salvaje erosión de oscura
piedra humanada,
y por adentro pasando
las hieles bárbaras.

Se nos va hinchando la vida,
deforma su ala,
para acabar sepultando
monstruos de nada.



LA MARIPOSA AMARILLA

Sobre todos los muertos vuela
la mariposa amarilla.

La he visto en mi jardín,
y no era la luz sino el llanto
lo que nublaba mis ojos

La he visto en el rosal,
y las ciudades en ruinas
humeaban bajo el sol.

Quise, entonces, besar tu rostro, y vi
la mariposa amarilla.

12 de agosto de 1962




ALIVIO

El frescor nocturno
las estrellas altas,
los árboles inmóviles,
la luz del alma,
ardiendo sin palabras.

Miro a las nubes y pienso:
hay otro lenguaje.

Las palabras hablan
con nuestras bocas.
Se alimentan de nosotros.
Nos sepultan, prosiguen.

Las palabras toscas, ilustres,
que tan enormemente han servido.

No pienso en nada y pienso
(mirando a las nubes):
hay otro lenguaje.


26 de septiembre de 1963




SEXTO EPITALAMIO


Veo
los espacios vacíos 
de este mundo,
lo que hay
entre árbol y árbol,
cristalino,
entre el cielo y el mar,
lo que rodea y separa
a cada cosa
y las une:
los blancos
vivos 
de la página
-con qué reverencia!



ESCASEZ


Lo que no hay
primero brilla como una estrella altiva,
después se va apagando
en el espacio vacío, consolador y puro
de lo que hay

Amanece.

La ciudad está llena de su carencia
como de una luz
distinta


9 de julio de 1967



ESTAMOS


Estás
haciendo
cosas:
música,
chirimbolos de repuesto,
libros,
hospitales,
pan,
días llenos de propósitos,
flotas,
vida,
con tan pocos materiales.

A veces 
se diría
que no puedes llegar hasta mañana,
y de pronto
uno pregunta y sí,
hay cine,
apagones,
lámparas que resucitan,
calle mojada por la maravilla,
ojo de alba,
Juan
y cielo de regreso

Hay cielo hacia adelante.

Todo va saliendo más o menos
bien o mal, o peor,
pero se llena el hueco,
se salta
sigues
estás haciendo
un esfuerzo conmovedor en tu pobreza,
pueblo mío, 
y hasta horribles carnavales, y hasta
feas vidrieras, y hasta
luna.

Repiten los programas,
no hay perfumes
(adoro esa repetición, ese perfume):
no hay, no hay, pero resulta que
hay.

Estás, quiero decir,
estamos.

(8 de octubre de 1967)






PIEDRA DE RAYOS


¿Existe una praxis última de la
poesía donde el hecho es imagen
y el progreso científico-económico
suficiente hermosura?


Eso pensé, sacándole el último juego
a la piedra de rayos de Rimbaud.

Ahora vuelvo a pensarlo,
mas no desde la noche de la imagen
sino, precisamente, desde el sol de los hechos.

Ese sol da en el mar que parece
una tierra alucinada.
La tarde, con sol azafrán, es un hecho.

Este mundo ¿será, ya, el otro?





DOBLE HERIDA


Este ir de la vida a la escritura
y volver de la letra a tanta vida,
ha sido larga, redoblada herida
que se ha tragado el tiempo en su abertura.

Abierto como res por la lectura,
le entregué las entrañas, y la vida,
queriendo rehacerlas, conmovida,
en ellas imprimió su quemadura.

Doble traición, porque la una resta
lo que la otra necesita entero:
el ser de carne y sueño, la respuesta

que deje al fin saciado al heredero
de tanta boda rota y tanta fiesta
partida por cuchillo doble y fiero.



DEMOLICIÓN


Al fin se consumó, después
de tantas perfecciones tan equívocas,
de tanta precaución y cálculo, probando
que nada fuera inútil, ni lo nimio,
ni los más delicados pulimentos:
al fin se consumó lo improyectado
por la mano, al revés de la materia.

La mano reconoce que otra mano
más poderosa hay en la materia,
otro proyecto inverso, otras escultura,
abierta al desgarrón que nos genera, 
el ojo reventado de la forma,
el descoyuntamiento crucifixo,
el boquete sediento de la luz
manando los destrozos
de una extraña alegría.


Cintio Vitier, Antología Poética, Editorial Letras Cubanas, Madrid, 1994.

Obra visual: M.C Escher





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